Relatos de Nicolás Urán y Stefanía

"ESPEJO MAL UBICADO"


Después de haberse mudado y un largo día de llevar, cargar y descargar muebles y demás cosas que una mudanza implica, Diego se baño y se acostó.

Al otro día, cuando se despertó, lo primero que quería hacer era lavarse la cara, cepillarse los dientes y ¡toda su rutina diaria!, pero apenas había despegado un ojo, cuando sintió que alguien llamaba a la puerta.

Entre odioso y la mala onda y el cansancio de la mudanza, se dirigió a atender a su visita inesperada. Era tanta la desazón y las pocas ganas de levantarse y atender que ni la luz encendió, y sin acordarse de dónde estaban las cosas que faltaban de acomodar, se topó con el espejo de casi dos metros de altura que se le cayo encima provocándole incontable cantidad de heridas que en menos de tres o cuatro minutos, poco a poco, perdía toda su líquida sangre sin poder reaccionar.

Cuando su visita sintió el ruido de las partiduras del espejo, se desesperó y empezó a llamar al señor Diego, y volvió a llamar sin recibir respuesta alguna... Entonces se le ocurrió entrar, pero tras querer tumbar las puertas y ventanas, una y otra vez y no poder lograrlo, acudió a llamar a la Policía local. En cinco minutos la Policía llegó, y derribaron la puerta de inmediato sin preguntar mucho de lo sucedido. Al ingresar los oficiales, entraron apurados sin mirar cuidadosamente, y fue así cuando uno de los oficiales se tropezó con don Diego y cayó sin poner ni siquiera las manos encima de todos los pedazos de espejo cortándose y haciéndose heridas muy profundas. Su visita, que era nada más y nada menos que uno de sus amigos, Franco, llamó a la ambulancia para socorrer a los dos, pero don Diego ya estaba a punto de perder la vida y sin sangre… mientras que el oficial tendría un destino incierto hasta llegar al hospital.


SOL TRAICIONERO

14:00hs p.m, él salió de su casa a reunirse con sus amigos, sin saber el calor que hacía; el niño empezó a caminar por las calles desiertas a la hora de la siesta, donde no se veía a nadie. Mientras caminaba empezó a sentir sobre él algo inexplicable, que le hacía sentir una cierta incomodidad en su cuerpo. Siguió caminando pasando cuadra tras cuadra para llegar al lugar del encuentro.
El sol alumbraba cada vez más y de manera más sofocante, lo cual le impedía al niño la agilidad de su paso, ya que se sentía fastidiado, no veía la hora de llegar y sólo había hecho dos cuadras. Trataba de mirar vidrieras para poder distraerse con otra cosa y que el recorrido fuese más llevadero: pero era casi imposible, su remera toda sudada y las gotas que recorrían su cara aumentaban su mal humor, pero sin embargo seguía caminando. Se sentó por un segundo en un banco que había en una plaza para descansar y así poder seguir. Continuó su viaje un poco menos desahuciado pero aun así sofocado el sol jugaba en su contra hoy. Y así prosiguió con su agotador viaje hasta llegar al punto en que sus piernas se flexionaban, parecían caer en un golpe seco en el cual su cabeza golpea el asfalto y sus ojos ya no veían más los rayos de aquél sol traicionero.

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