Relato de Milagros

Entre sueños y bananas.

Era invierno y en la habitación hacía frío. Como todos los días a primera hora el timbre del despertador interrumpía su sueño. Una mañana sin ganas de levantarse comienza a dar vueltas en su cama, las frazadas y unas sábanas cálidas que se debían a la temperatura del cuerpo, la resguardaban del intenso frío de la habitación, como capullos de nieve acobijados por el viento.

Ella debía levantarse. Su madre la noche anterior le había encargado hacer las compras, ella no pensaba que era una obligación pero lo debía hacer.
Por un momento se halló estar entre dormida, soñando lo que luego iba a pasar si se levantaba. Pegaría un salto de la cama, levantaría los párpados casi antes de llegar al baño, caminando a ciegas un camino de quince baldosas pequeñas, no pensaba en los objetos que se encontraban en el piso, su objetivo era estar en el baño, lavarse la cara y cepillarse los dientes como de costumbre.
Al mirarse al espejo lo encuentra partido en pedazos, piensa que si apoya un solo dedo, éste se esparciría por el piso y produciría heridas en su cuerpo, sus pies descalzos y su piel frágil, sus rodillas palpándose una a la otra por temor. Ella controla sus sensaciones y logra alejarse, camina de regreso a su habitación, encuentra unas prendas, se abriga y parte hacia la cocina en busca de una factura porque el hambre sucumbe en su estómago, el tiempo como un fantasma la corre por detrás, sabe que su madre llegará en cualquier momento. Corre al supermercado. Y en el camino, resbala en una cáscara de bananas.
Ella quiere escapar del sueño pero su curiosidad por saber si llega o no antes que su mamá con las compras, no le permite huir.
De pronto por un instinto percibió una tremenda ola ventosa, como una lengua entreseca lamiendo su cara y un ronroneo en su oído.
Se siente ya libre, siente el aire helado acariciar su rostro y piensa en el abanico de sorpresas del incierto sueño en suspenso y en su vuelta a casa con las compras, el tapado de su madre y un kilo de bananas.