Las Malas Palabras - Roberto Fontanarrosa
Aquí, el texto de Fontanarrosa que deben llevar para la próxima clase.
LAS MALAS PALABRAS
Roberto Fontanarrosa
No voy a lanzar ninguna teoría. Un congreso de la
lengua es un ámbito apropiado para plantear preguntas y eso voy a hacer.
La pregunta es por qué son malas las malas palabras,
¿quién las define? ¿Son malas porque les pegan a las otras palabras?, ¿son de
mala calidad porque se deterioran y se dejan de usar? Tienen actitudes reñidas
con la moral, obviamente. No sé quién las define como malas palabras. Tal vez
al marginarlas las hemos derivado en palabras malas, ¿no es cierto?
Muchas de estas palabras tienen una intensidad, una
fuerza, que difícilmente las haga intrascendentes. De todas maneras, algunas de
las malas palabras... no es que haga una defensa quijotesca de las malas
palabras, algunas me gustan, igual que las palabras de uso natural.
Yo me acuerdo de que en mi casa mi vieja no decía
muchas malas palabras, era correcta. Mi viejo era lo que se llama un mal
hablado, que es una interesante definición. Como era un tipo que venía del
deporte, entonces realmente se justificaba. También se lo llamaba boca sucia,
una palabra un poco antigua pero que se puede seguir usando.
Era otra época, indudablemente. Había unos primos míos
que a veces iban a mi casa y me decían: “Vamos a jugar al tío Berto”. Entonces
iban a una habitación y se encerraban a putear. Lo que era la falta de la
televisión que había que caer en esos juegos ingenuos.
Ahora, yo digo, a veces nos preocupamos porque los
jóvenes usan malas palabras. A mí eso no me preocupa, que mi hijo las diga. Lo
que me preocuparía es que no tengan una capacidad de transmisión y de
expresión, de grafismo al hablar. Como esos chicos que dicen: “Había un coso,
que tenía un coso y acá le salía un coso más largo”. Y uno dice: “¡Qué cosa!”.
Yo creo que estas malas palabras les sirven para
expresarse, ¿los vamos a marginar, a cortar esa posibilidad? Afortunadamente,
ellos no nos dan bola y hablan como les parece. Pienso que las malas palabras
brindan otros matices. Yo soy fundamentalmente dibujante, manejo mal el color
pero sé que cuantos más matices tenga, uno más se puede defender para expresar
o transmitir algo. Hay palabras de las denominadas malas palabras, que son
irremplazables: por sonoridad, por fuerza y por contextura física.
No es lo mismo decir que una persona es tonta, a decir
que es un pelotudo. Tonto puede incluir un problema de disminución neurológico,
realmente agresivo. El secreto de la palabra “pelotudo”–que no sé si está en el
Diccionario de Dudas- está en la letra “t”. Analicémoslo. Anoten las maestras.
Hay una palabra maravillosa, que en otros países está exenta de culpa, que es
la palabra “carajo”. Tengo entendido que el carajo es el lugar donde se ponía
el vigía en lo alto de los mástiles de los barcos. Mandar a una persona al
carajo era estrictamente eso. Acá apareció como mala palabra. Al punto de que
se ha llegado al eufemismo de decir “caracho“, que es de una debilidad y de una
hipocresía…
Cuando algún periódico dice “El senador fulano de tal
envió a la m… a su par”, la triste función de esos puntos suspensivos merecería
también una discusión en este congreso.
Hay otra palabra que quiero apuntar, que es la palabra
“mierda”, que también es irremplazable, cuyo secreto está en la “r”, que los
cubanos pronuncian mucho más débil, y en eso está el gran problema que ha
tenido el pueblo cubano, en la falta de posibilidad expresiva.
Lo que yo pido es que atendamos esta condición
terapéutica de las malas palabras. Lo que pido es una amnistía para las malas
palabras, vivamos una Navidad sin malas palabras e integrémoslas al lenguaje
porque las vamos a necesitar.
Fragmentos de la ponencia del escritor,
dibujante y humorista rosarino en el III Congreso Internacional de la Lengua
Española, llevado a cabo en noviembre de 2004 en Rosario, provincia de Santa
Fe.
Fuente: Revista “El monitor de la educación” -
http://www.me.gov.ar/monitor/nro3/dossier3.htm
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